En un blog dedicado al clítoris no podía faltar un artículo que hable sobre esta práctica aberrante. Pero antes de adentrarnos en la ablación en otras culturas miremos primero hacía Occidente.
Lo que se ha producido en nuestro entorno no deja de ser una ablación mental por ocultación de la verdad, aunque no sea comparable con la mutilación física femenina. El hecho de que el patriarcado apoyado por la cultura judeo-cristiana haya condicionado la investigación y divulgación de los temas relacionados con la sexualidad femenina que vayan más allá de la reproducción, constituyen en algún sentido una mutilación.
Especial mención como práctica mutiladora en nuestro entorno están las intervenciones que se realizan a personas intersexuales (personas que nacen con características sexuales que no encajan con las nociones binarias típicas de los cuerpos masculinos o femeninos). En España se desconoce cuántos bebés nacen al año sin encajar en la asignación tradicional del sexo. Las principales reivindicaciones del colectivo de estas personas son la despatologización y la prohibición de la cirugía genital en los recién nacidos. Se considera que la cirugía es una mutilación porque es invasiva con el cuerpo, el interesado no decide y se produce por motivos estéticos y nunca es justificable a menos que se produzca por motivos relacionados con la salud. Las intervenciones consisten en feminizar o masculinizar los genitales y es consentida por los progenitores (que actúan sin saber cuáles pueden ser sus consecuencias). Únicamente Malta y Chile han prohibido en su legislación la mutilación genital de personas intersexuales. En nuestro país los afectados abogan por esperar, dejar crecer y evolucionar al bebé, y que sea él/ella quiénes decidan con qué género se identifica.
En definitiva, no nos rasguemos las vestiduras por las prácticas que se realizan en algunos países africanos o árabes por motivos culturales porque en realidad no somos ejemplo de nada.
El origen de la ablación de clítoris o mutilación genital femenina se remonta al antiguo Egipto. Su práctica es anterior al islamismo, al cristianismo y al judaísmo y se extendió a través de las rutas comerciales desde Egipto hacia el oeste de África e Indonesia a través del Islam.
La Organización Mundial de la Salud calcula que entre 100 y 140 millones de niñas y mujeres han sufrido alguna forma de ablación. Se cree que anualmente se mutila a entre dos y tres millones de jóvenes.
En cuanto a su distribución geográfica alcanza a 28 países africanos y también a Omán, Emiratos Árabes y Yemen. En menor medida se encuentra en algunas comunidades de la India, Indonesia, Malasia, Pakistán e Iraq. La migración de las personas originarias de estos países a Occidente hace que se continúe con esta práctica en los países receptores. Un 20% de los musulmanes realiza la ablación femenina por lo que no puede considerarse exclusivamente una práctica religiosa musulmana. Algunos cristianos y unos pocos judíos y comunidades indígenas de Colombia la practican también.
Las chicas y las mujeres que han sido sometidas a una ablación o amputación genital no son, a menudo, conscientes de todos los riesgos para la salud que estos procedimientos conllevan. La práctica está tan extendida que para las mujeres y niñas es lo normal y no al revés porque nunca han conocido a ninguna mujer que no haya sido mutilada. Por otra parte, hacer conscientes a estas mujeres de que han sido mutiladas puede conllevar una mayor frustración por sentirse traicionadas por su familia o su comunidad. Al descubrir que se han sometido a esta práctica sin ninguna necesidad se incrementa su sufrimiento.
Una de las mayores activistas mundiales contra esta práctica es la doctora nigeriana Koso-Thomas que fundó el Grupo para la Abolición de las Mutilaciones Sexuales. La doctora está convencida de que solo con educación se podrá conseguir un cambio, una educación dirigida a hombres y mujeres. También señala la necesidad de ejercer presión a los Gobiernos Nacionales para que aprueben leyes que protejan los derechos de las mujeres. Esta práctica provoca unas consecuencias irreversibles en las mujeres y es imposible describir el horror de la mutilación genital femenina.
El movimiento mundial End FGM (Mutilación genital femenina en español) lucha en pro de la erradicación de esta práctica en todo el mundo .
Existen distintos tipos de mutilación: la primera consiste en la escisión del clítoris, la segunda añade la amputación de los labios menores y la tercera supone además el sellado de los labios mayores dejando un pequeño orificio para la menstruación. Estas prácticas se realizan sin anestesia y con pocas o nulas precauciones higiénicas.
Las consecuencias que sufre una mujer tras la ablación son variadas y pueden ser fatales: dolor, sangrado incontrolable, infecciones, molestias al orinar, menstruar o mantener relaciones sexuales, ruptura de útero, fístulas o incluso la muerte. También se pueden producir problemas para dar a luz que pueden acarrear hasta la muerte de la madre y/o el bebé. Además de estas consecuencias en la salud física están los efectos emocionales y psicológicos.
En cuanto a las causas que justifican el mantenimiento de esta práctica están: la creencia de la necesidad de practicarla para que la mujer llegue virgen al matrimonio y permanezca fiel ya que no siente placer sexual, es, en definitiva, una forma de mantener domesticadas a las mujeres.
Desde nuestra mente occidental nos parece una práctica aberrante e injustificada, y lo es, pero no olvidemos que en los países de nuestro entorno existen formas más sutiles pero enfocadas al mismo fin que no es otro que el control de la sexualidad de las mujeres como mecanismo de subordinación femenina.